
No hay nada en esta aberración que pueda sugerir a un hombre como yo ideas de bondad, de belleza y de grandeza, y nunca podré comprender el estado de exaltación en que caen ciertos espíritus ante las llamadas «obras de Dios», en cuanto estas obras, quiero decir, pertenecen al mundo de la física astronómica. No hay lugar, me parece, a llamar «obra de Dios» a algo que si en unos suscita un jubiloso hosanna, en otros provoca sencillamente la pregunta: «¿Y qué?». De estas dos reacciones, la última es la que me parece más indicada ante una retahíla de dos docenas de ceros, y por mucha que sea mi buena voluntad, me siento totalmente incapaz de hundirme de rodillas en el polvo para adorar el quintillón.
Thomas Mann. Doctor Faustus (p. 380).

Orabas a San Charbel, o no tenías sentido del humor. Los indios no tienen sentido del humor, decía la abuela. Eso no podía ser sano. El sentido del humor para el indio, es reírse del sustento de su existencia; ofender al dolor, su tragedia, la razón de su existir: lamentar su existencia, no tomar en serío su desgracia ni celebrarla, ni a lo que vino al mundo era inaceptable para los indios. En aquel momento no sabia ni que era eso, ni lo sé ahora, pero lo imaginaba entonces como lo hago ahora. Imaginaba que veía rangos, lo notaba con las mamás de los amigos weritos, como la mamá de Rubén y Checho, que vivían dónde vivía Alma, que “lo sabía todo de ella, o de él”, todo la gran chismosa; lo recuerdo porque siempre fue la relación que tuve cuando leí Las Batallas. La mamá de Rubén tenía una relación de amor y odio con su papá, que ahora la tenía en un departamento pequeño como las tenían los caciques a sus gatas: fuera de él pero cerca de sus hijos, mientras que él, aún joven, pleno, y ahora soltero, se la pasaba a todo dar y ella, madre, joven pero observada, con algo todavía que dar, se tragaba el orgullo y la amargura de observar sin poder hacer nada mas que odiar, despotricar, vivir con pasión y miedo destruyendose ella creyendo destruir a los demás como en la novela, solo que sin el drama del suicidio y la tragedia, que en este caso era solo su belleza y esa voz dulce, amable, de bienvenida, como lo fue siempre que me invitaban a comer, o jugar a la play y no distinguía como lo hacía la mamá de Sebastían, la argentina insipida con tintes de superioridad intelectual, supongo, estaba muy chico para comprenderlo, pero lo sentía y hoy lo sé, hoy entiendo que era eso porque de superioridad, nada; me da risa, después del ecxema ¿que mayor superioridad se puede tener señora?, la mamá de Rubén me encantaba; entonces Checho me mostraba su recamara, y los juegos pero yo quería estar cerca de su mamá, ser yo quien hubiese sido alimentado por esos senos perfectos, morenos, curvilineos, con personalidad real, la personalidad de lo que debe ser una mujer: ella; y después, para compensar las piezas faltantes e incomprensibles por la edad, una ex novia los conocíó a la familia Martinez, fue cercana a ella porque su mamá era la mejor amiga de la mamá de Ruben.
La ansiedad por ser prietito como lo era Rubén en una familia sobreviviendo en el mundo de los weros, del que no venían, pero se hicieron, o se hacían, y yo, que ni conozco, podía comprender. Supongo que la sensación de pertenencia, o no pertenencia, era lo que nos unía, nuestra energía común que en la mocedad nos hermanaba. Yo soy un ser tropical, y aunque intenté muchos años sacármelo, comprendí que es imposible: podrá salir el niño de la selva pero la selva nunca podrá dekar abandonar al niño; lo aprecio mejor, y a decir verdad, me gusta, lo acepto.
Siempre ha sido una desgracia para los que ambicionan en ese mundo de castas, que hoy pretenden no existe, e ignoran, que el que no pertenece lo pone en su lugar rápidamente, cruelmente porque no sólo es la humillación sino también la vergüenza de haber nacido entre todo eso. La sensibilidad, o fragilidad, si no es meramente artística y sólo es emocional, como en mi caso, se transformará en condena; entiendes tu lugar rápidamente y muchas veces con sangre, pero soportarlo, o mejor dicho, sobrevivirlo, depende de lo grueso de tu piel, de lo posiblemente anfibio que seas, y dependiendo los personajes que te roden; y así medir que tan duro o leve puede ser esa experiencia, a menos que la bendici´pon haya caído sobre ti y entonces así, aunque te quites.
Solo había algunas forma de escapar a eso: teniendo dinero o, yéndose de ahí. Y tuve ambas: tenía dinero, digámoslos así, por la familia. Nací con privilegios que no todos tenían y todo eso culero de formación que carecí me formó; y aún me hace, existe, está en mi; vive en el hoy y será el futuro hasta donde toque, del de ahora o de después, como el que fue hoy pero de otra forma; de niños como Rubén donde existe el que desparrama su hamburguesa al morderla, se ensucia los dedos de salsa secreta, y la lechuga se cae sobre el plato y es tan sabrosa que la agarras como la agarras, como con la lechuga bañada de crema y queso de las flautas fritas que acostumbras comer y no esas jaladas gringas, pero es momento americano, de ser gringo como pretende ser Ruben, el americano bueno, porque el otro, el latinoamericano, o sea yo, es de segundo nivel. Si no ¿por qué existen americanos y latinoamericanos, si no hay un subcontinente? Pienso, masticando e intentando rescatar toda la salsa posible embarrada entre mis dedos.
Cuándo no sientas que no eres parte del amigo y eres enemigo; cuando notes que a ese nuevo enemigo no podrás vencer; entonces el enemigo de tu enemigo será tu amigo, y si no existe ninguno de esos personajes, créalos, porque si no, de nada va a servir está instrucción.
tiempo verbal:
dejé de ser un tauro
cuando cedí a tu amor,
venciste cuando te dejé ir
y mi terquedad
murió,
y te fuíste.
El dinero tarde o temprano termina
El poder languidece y solo atrae a idiotas
Pero la naturaleza y el amor siempre vivirán.
!Viva Latinoámerica unida!
El pensamiento está en el ecuador del futuro.

Maldita debilidad de pensar que a toda mujer le gusto. No conozco una de la que no haya sentido atracción. Todas, todas me gustan. Es igual, no distingo color, tamaño… las gordas de hecho me encantan, se calientan en chinga y aunque es un pedo dejarlas, no es precisamente por amor sino porque quieren coger, siempre quieren coger. Son fastidiosas pero me encantan. Aunque mi fascinación son las güeras, es de las morenas de las que me enamoro. Tienen la fuerza, el power, no sé; me prenden porque tienen huevos y saben cómo usar su sensualidad tanto que me es irresistible, va más allá de la bondad y la sensualidad del rubio. hegemonico, tribial como trigo. Siempre me pregunto porque no lo es para todos. Jamás lo entenderé. Los detalles siempre son importantes, en particular por uno mismo, me refiero a cómo debe uno de verse, qué personaje ser, que aparentar y qué disimular. Aunque la discreción no es precisamente la clave del éxito con las mujeres, no; sí lo es la exacta medida de todo; el amor, la sinceridad, el cariño, aunque este nunca está de más, siempre hay que hacerlas sentir amadas y deseadas, es lo más importante, por eso no hay nada mejor que una morena para perderlo todo; si va a valer la pena, que sea por la piel oscura; y si es insegura, mejor. chica guapa que idolatra a su padre, esas son la smejores, creanme. Medianamente guapa para que no comprenda bien en dónde está parada - a mayor conffusión, mayor distracción, mucho mayor margen de maniobra-, si en la de las guapas, o donde, a unos días de las equis y algunas otras, o ya con las guapas; pero jamás con las feas, eso sí, aquí está otra vez la regla del balance de las cosas.
Dios no existe, me queda claro, pero si hay una frase que lo describa perfectamente esa sería la que Buda describe como balance de las cosas. En un río de corriente fuerte flota una rama que queda varada en algún punto de su flucción, de toda la fuerza de las corrientes estáticas y se fijo en un lugar, uno donde choquen todos los puntos, los fine; donde bifurque. Ni lo chupa, ni lo jala ni lo contrae, solo flota ahí, con tranquilidad. Si alguien me dijera cómo imagino la rama sin duda la describiría con los brazos cruzados bajo la cabeza recostada, como si estuviera en una hamaca tomando el sol. Así imagino la rama de Buda, así imagino a Dios, su onnipresencia.
